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EXPERIENCIA • CREDIBILIDAD • LIDERAZGO

Hernán Medford      Randall Álvarez      Paulo César Wanchope

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El 2020 ha sido un año atípico en prácticamente todo.
Aun así, en el desenlace de la Champions League pudimos disfrutar viejas y nuevas sensaciones de emoción hasta coronar al nuevo campeón.

Conforme se fue desarrollando la expansión de la pandemia desde principios de año, ya para los primeros días de marzo quizás nos íbamos formando una mejor idea de lo que se avecinaba, aunque no necesariamente de la magnitud.

Para entonces, los encuentros de octavos de final eran el plato fuerte ya que estaban los grandes favoritos de los últimos tiempos (excepto quizás Manchester United, Chelsea, Milan) y todo parecía indicar que sería una recta final electrizante.

También fue para esos encuentros que surgió la polémica con los focos activos de contagio en el norte de Italia y España, adonde llegaba la Champions con Atalanta y Atlético de Madrid en estas instancias.

No voy a entrar en detalles o polémica acerca de la incidencia que pudieron o no haber tenido algunos de esos partidos en el tema de contagios.

Mi interés primordial acá es destacar el proceso netamente futbolístico en esta atípica edición.

Cuando el 15 de marzo la UEFA tomó la decisión de interrumpir la actividad, ya se había jugado prácticamente la mitad de esos partidos de ida en octavos, y el resto quedaban en suspenso hasta nuevo aviso.

Fue a mediados de junio que la UEFA anunció que se retomaría la acción de la Champions en agosto.

Los restantes partidos de octavos se jugarían en las sedes que originalmente correspondía, para hacerlo de manera justa en cuanto a localía. Eso sí, a puerta cerrada y bajo un estricto protocolo sanitario.

Y a partir de cuartos de final, se jugarían todas las series a un único encuentro en la ciudad de Lisboa, en 'burbuja controlada'.

Para el 8 de agosto cuando arrancó el mini torneo en Portugal, los equipos traían bagajes distintos de trabajo, incluso si recordamos, los equipos franceses (PSG, Lyon) quedaron sin acción más temprano pues la Ligue 1 dio por terminada su temporada el 28 de abril, mientras que España, Inglaterra, Italia y Alemania sí lograron reactivar sus ligas después.

Al final de cuentas, el nuevo formato ideado a razón de las circunstancias terminó dándole una buena dosis de emoción a la presente Champions, pues la tónica de 'un único partido' en instancias tan importantes no daba espacio a los equipos para jugar con cálculos de 180 minutos como usualmente vemos.

Así, durante el mini torneo quedarían eliminados algunos grandes favoritos como Real Madrid, Juventus y el campeón defensor Liverpool, mientras que otros como Leipzig y Lyon darían sorpresas y buenos destellos... Pero al final vimos a un Paris Saint Germain y Bayern Munich que supieron dosificar mejor, física y tácticamente, para ganarse el boleto a la gran final.

La Gran Final

La gran final estaba originalmente pactada para el 23 de mayo pero se jugaría exactamente tres meses después, el 23 de agosto, un domingo...

Los campeones de Francia y Alemania se veían las caras, los parisinos sin mayor ritmo por lo expuesto antes, mientras que el cuadro germano venía como una locomotora en la Bundesliga, y en Lisboa lo ratificaba con su juego clínico, incluso recetándole una histórica paliza 8-2 al Barcelona de Messi...

La mesa estaba servida para el duelo entre los dos mejores en goleo (Bayern 42, PSG 25) y promedio de goles en contra (PSG 0.50, Bayern 0.80).

También sería un buen banquete mediático con Neymar/Mbappé/Navas por un lado, y Lewandowski/Neuer por el otro.

En lo táctico se presentaba, por un lado, la 'Máquina Bávara' de Hansi Flick que bien aceitada infundía respeto y hasta intimidación, y en cualquier momento podía desnudar a cualquier rival.

La esencia del clínico y dinámico despliegue germano radica en la posesión (donde destaca en particular la figura de Thiago como eje), y de la cual es parte hasta la última línea en fase ofensiva. Con esa tónica de presión alta para recuperar posesión, se esperaba a un Bayern queriendo ahogar en salida al PSG, manteniendo la concentración por los eventuales rompimientos parisinos.

Mientras que por otro lado, decía presente en esa instancia de Champions por primera vez en su historia, el equipo francés hambriento de éxito continental, y cuya final representaba el momento para el 'broche de oro'.

Su propuesta táctica, por lo menos en teoría, sería con las embestidas a la contra, encomendadas a la picardía y velocidad de sus astros Ney y Kylian. Mientras que otra columna con el capitán Thiago Silva y Ander Herrera buscaba darle mayor equilibrio al equipo.

El partido no fue el festín de goles que quizás muchos anticipaban; fue muy disputado y estuvo para cualquiera.

Ambos equipos tuvieron sus claras opciones y en duelo de dos de los mejores arqueros del mundo, tanto Navas como Neuer desplegaron sus dotes, en especial el germano quien literalmente se 'agigantó' callando el grito de gol a Neymar y Mbappé...

También quiero destacar que a pesar de no haber ganado su 4a Orejona, Keylor Navas demostró la influencia y constancia de su figura, liderazgo y habilidad en el equipo donde esté, guiando al PSG a la gran final en su primer año en París.
¡Gran mérito y reconocimiento para Key!

Al final de cuentas en la final, el héroe y villano sería Kingsley Coman, nacido en París y producto de la Academia PSG, quien anotara el gol del triunfo para los germanos... Bueno, y no hace falta recordar aquel viejo dicho de 'no hay peor cuña que la del propio palo'... Aunque si lo vemos desde otra perspectiva, parte del heroísmo del día inicia con la decisión de Flick de alinear a Coman por sobre el regular Ivan Perisic para este partido...

Bayern Munich se convirtió en el primer equipo en ganar todos sus partidos del torneo, igualó a Liverpool con 6 Copas, y ratificó el momento de ensueño que atraviesa pues también se había asegurado la Bundesliga y la Copa Alemana para un celebrado y merecido 'trebol'.

Así se bajó el telón de una temporada extendida y atípica de la Champions League en pandemia.

A pesar de la incertidumbre imperante en su momento y, de una larga espera llena de ansias, pudimos disfrutar de esa emoción y drama que siempre nos brinda la UEFA Champions League.

¡Salud, campeones!

 

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